– Yo antes era un chico tímido, para nada mujeriego. Tuve dos relaciones serias y la última, de 5 años, me dejó destrozado«.
Así empezaba su historia mi amigo Carlos, que ahora goza del estatus de «golfo reformado», siendo un golfo «el individuo que inicia relaciones constantemente, pero nunca tiene la intención de comprometerse».
Eso es justamente lo que hizo Carlos durante 6 años. Al preguntarle por qué, me dijo que se le juntaron dos elementos:
- No querer sufrir de nuevo.
- Pasar tiempo con un amigo mujeriego, el cual le hizo ver el tipo de vida que podía tener.
Su corazón estaba cerrado cual caja fuerte y eso le daba la garantía de poder divertirse sin correr el riesgo de salir malherido.
Supo aprovechar su encanto y su sentido del humor para conquistar a una chica detrás de otra.
Su modus operandi era de manual: nada más pescar a una chica, le decía que no quería una relación. ¿La respuesta de la mayoría? ¡Yo voy a ser tu salvación y te voy a enamorar! No hay problema, yo tampoco quiero nada serio.
Y así iniciaba una «no-relación» tras otra. Empezaba a ver a una chica, hablaba todos los días con ella, tenía citas regularmente y no le prometía nada que no fuera a cumplir. No había «te echo de menos», ni «me encantas», pero sí la trataba bien y estaba pendiente de ella, aunque era más por obligación, para poder mantener la relación, que por interés real. En cuanto veía que ella se estaba enganchando demasiado, la dejaba y volvía al ruedo a por la siguiente.
En palabras de Carlos «si ves a una chica durante dos meses, se va a enamorar«. Eso no formaba parte del plan, así que las relaciones le duraban bien poco.
Al cabo de un tiempo de estar totalmente cerrado al amor, empezó a pensar que si encontraba a una buena chica, estaría dispuesto a iniciar una relación, pero la realidad es que en cuanto conocía a alguien, la juzgaba inmediatamente y siempre encontraba fallas que le hacían descartar a la muchacha en cuestión de segundos. Le soltaba su «no quiero una relación» y ya era libre para disfrutarla durante unas semanas sin sentirse mal por ello.
Nunca llevaba a sus conquistas con sus amigos de fiesta porque así dejaba abierta la posibilidad de conocer a su siguiente cervatillo. En algunas épocas hasta llegaron a solaparse varias chicas.
Los años pasaron y su técnica para no enamorarse se fue refinando con el tiempo, aunque él no fuera muy consciente de ello. Pasaba a cada nueva chica que conocía por su exigente filtro y las evaluaba a los diez minutos de conocerlas. Ni siquiera Scarlett Johansson hubiera sido capaz de superar su test de pareja perfecta, así que siguió coleccionando historias destinadas al fracaso.
Hasta que un día, alguien logró saltarse todas sus barreras y despertar esa parte de él que llevaba tanto tiempo sedada.
Laura llegó a la ciudad para trabajar en la gran empresa de la que Carlos es parte y no tardaron en hacerse amigos. Una noche de fiesta se acostaron, pero él nunca la vio como a una nueva conquista porque tenía una política muy estricta sobre no liarse con nadie del trabajo, así que simplemente lo dejó pasar y siguieron siendo amigos, charlando en el trabajo y saliendo junto con otros amigos de tanto en tanto.
Ella iba a visitar a su familia en verano y él se moría de ganas por viajar al país de donde ella venía, así que Laura le ofreció hacerle de guía y organizaron el viaje juntos, como amigos.
Lo que ninguno de los dos se imaginaba es que ese viaje cambiaría sus vidas por completo.
La vida puso a Carlos en una situación en la que tuvo que pasar tres semanas con una chica que le gustaba físicamente y le caía bien. Pasar tantas horas juntos hizo que la conociera de una forma mucho más profunda y no pudiera evitar sentirse bien a su lado.
Al principio no pasó nada entre ellos, pero después de una noche de fiesta, empezaron a intimar todos los días y eso creó una conexión especial entre ellos.
Él me contó que el viaje fue increíble y estuvieron en lugares preciosos, pero que lo mejor de todo fue pasar tiempo con Laura. Con ella sentía que todo era natural. Cuando le cogía la mano, no era como con las otras, que lo hacía porque sabía que era lo que tocaba y a la chica le gustaría, si no que le apetecía.
Cuando terminó el viaje, empezaron a quedar todos los días. Les gustaba estar juntos y Carlos nunca se vio obligado a escribirle o a decirle de quedar porque realmente le salía de dentro. Con Laura todo era fácil.
En menos de un mes, Carlos le abrió su corazón y le dijo que quería que fueran pareja. Ella aceptó.
A día de hoy, están felizmente casados.
La historia de Carlos ilustra muy bien lo que ocurre cuando alguien sale dañado de una relación y tiene miedo a que alguien le vuelva a romper el corazón.
La cabeza empieza a tomar las decisiones que el corazón debería estar tomando y ahí es cuando empiezan los problemas, porque nadie es nunca lo suficientemente bueno cuando se le juzga desde la mente, con una ruptura previa de fondo.
Si te han hecho daño, es normal que no te apetezca saltar a otra relación inmediatamente. Debes darte un tiempo para procesar lo que ha ocurrido, para sanar y aprender de tus errores. Pero no cometas el error de cerrarte por completo porque eso te hará perder el tiempo y dejar pasar oportunidades para ser feliz.
Y si te encuentras a alguien que ves que no está abierto a tener nada serio (y además, te lo dice), no quieras hacer de Boy Scout y salvarle porque lo único que conseguirás es un corazón roto y un mal sabor de boca.
Ahora dime, ¿alguna vez has pasado de alguien porque no te querías enamorar?
Un abrazo,
Silvia
Carmen dice
Yo tuve una «epoca loca» en la que no quería enamorarme … y la solución era no repetir con ningún chico si me acostaba con
él… Por mucho que me gustase o por bien que fuera… le daba puerta antes de que pudiera llegar a conocerme…
no la recuerdo como una mala época… era justo lo que necesitaba en ese momento y al final… de todo te cansas… pero si que algunos chicos no entendían nada y me preguntaban que porque no podíamos volver a quedar .
Supongo que yo también rompí algún corazón en ese tiempo pero como Carlos, no engañaba a nadie.