Hace un par de meses, salí de una no-relación. Obviamente, me comí muchas banderas rojas. Supongo que la ilusión, el atracón de química y todos los sentimientos de enamoramiento que se viven en los 3-4 primeros meses, no te dejan ver en el tipo de relación que te estás metiendo.
A los 6 meses de estar saliendo, nos fuimos juntos de vacaciones y todo fue bien. A la vuelta, él se marchó unos días con sus amigos a Barcelona. Durante esos 4 días, tuvimos menos comunicación de lo normal. Creo que ese momento hubiese sido crucial para haberle mandado a la mierda por la falta de interés, pero tuvimos una pequeña conversación (y digo pequeña porque siempre que yo quería hablar sobre nuestro tipo de relación para aclarar dudas, él escurría bastante el bulto, diciendo que estábamos bien y que quería seguir conmigo). A mí, con eso me bastaba porque no me quería alejar de él, aunque en el fondo sabía que algo no estaba funcionando.
Hubo un momento que marcó un antes y un después, que fue cuando le tuvieron que ingresar en el hospital por un problema de salud bastante delicado. En una de las visitas que le hice, conocí a su madre. Las presentaciones fueron sin más, le dijo mi nombre y ya.
Unos días después, le pregunté por su madre, quería saber qué le había parecido o qué era lo que le había contado sobre mí. Él me dijo que no le había contado nada de lo nuestro, que no le parecía el momento y que además él NUNCA le contaba NADA a su madre porque era muy pesada y le iba a freír a preguntas.
Días después, le dieron el alta. Yo había cogido un día libre en el trabajo y cuando él se enteró de que no había ido a casa a verle, se ofendió muchísimo. Yo estaba bastante decepcionada y dolida con el tema de su madre y cuando fui a verle a su casa, al final se lo dije. Su respuesta era la misma, que él sabía perfectamente la relación que tenía con su madre y su familia y yo no tenía que meterme en eso, que él lo diría cuando lo viese oportuno y que eso sería dentro de mucho tiempo.
Yo no estaba contenta con la reacción que había tenido, pero después quiso tener algún detalle para contentarme, invitándome a comer con él y alguno de sus amigos. También le decía a su madre que estaba conmigo en alguna ocasión, cuando hablaban por teléfono y me daba recuerdos de su parte. En fin, migajas…
Ese día, después de la comida con amigos, se empezó a encontrar mal. Esto no era una excusa; el malestar venía a raíz del problema de salud anterior. Me dijo que si no me importaba, prefería quedarse solo en casa para poder descansar mejor (supuestamente, yo esa noche me quedaba a dormir en su casa).
Otra vez, no entendía nada. Yo estaba dispuesta a quedarme en su casa, sin hacer ruido, respetando su espacio y haciéndole simplemente compañía, por si necesitaba algo. Él no quería que me enfadase, pero yo estaba recogiendo mis cosas de malas maneras. Al final, exploté y empecé a llorar. Nunca me había visto tan vulnerable. Me abrazó e intentó consolarme. Me dijo que sabía que tenía que cambiar en algunas cosas, que no le gustaba que nadie se preocupase por él y que por eso muchas veces no le contaba nada a su madre. Era la primera vez que parecía que se abría un poco más a contar algo de él.
Finalmente, me fuí respetando su necesidad en ese momento de estar solo en casa. Seguimos juntos los dos meses siguientes. Yo quería dar pasos, pero como suele pasar en este tipo de relaciones que acaban siendo tóxicas, no había manera de avanzar.
Yo le demandaba cada vez más atención y para él, los momentos que estábamos juntos eran suficientes, alegando que él era así y que daba hasta donde podía dar y que si yo no estaba contenta con eso, la que lo tendría que valorar era yo. Nunca había sido tan claro como al final, con esas palabras.
Lo acabamos dejando porque él consideró que lo mejor era dejarlo, aunque también estaba la versión de que “si seguíamos como hasta ahora, no tendría problema en seguir juntos”. Vaya tela…
Y así fuimos perdiendo la comunicación. Estuvimos 4 días sin hablar hasta que recibí un mensaje: ”Supongo que tenías razón y no estoy tan metido en esto como debería. Habrá que quedar para devolverte tus cosas”.
Yo no quería verle y le dije que se las dejara a una amiga mía que vivía cerca de él. Insistió en llevármelas a la salida del trabajo o donde me viniese mejor pero no quise y me dijo que si cambiaba de opinión, que le avisara y así se despedía en condiciones. No volví a contestarle. Reconozco que no estaba preparada para verle por miedo a ese rechazo, ese miedo al abandono.
A día de hoy, siento que me manipuló, intentando retenerme hasta que ya no le interesé y fue cambiando su actitud conmigo poco a poco. Estaba clarísimo que nunca se ha querido comprometer, lo que no quiere decir que no se quisiera dejar querer a ratos.
Mi duda es si este tipo de personas (narcisistas) nacen así de serie o van adquiriendo esa personalidad egocéntrica a lo largo de su vida. A mí, personalmente, poder comprender un poco mejor las conductas de estas personas, sabiendo que tienen un problema (carecen de empatía entre otras cosas) me ayuda a asimilar que esta historia no ha tenido nada que ver conmigo, sino con la clase de persona con la que me estaba relacionando. Millones de gracias por tu trabajo, ¡es una maravilla!
Valeria
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Mía dice
Yo también conocí a una persona así.
Iba dándome migajas para mantenerme a su lado porque le interesaba. Él sí reconocía ante su familia y la mayoría de su entorno que estábamos juntos por dar esa idea de hombre que no está solo, porque ya tenía una edad y sobre todo de cara a su ex. Sin embargo había determinadas “amigas” que no sabían de mi existencia. Si me enteraba de ello decía que no iba a hablar con ellas de todo, que no fuese tan celosa ni tan posesiva. Que tenía un problema de apego ansioso.
De hecho cuando le reclamaba más atención jugaba a ponerme celosa precisamente, dándome a entender que era una presa codiciada y que era afortunada por poder estar con él de la forma que fuera.
Esta clase de gente, supongo narcisistas, conocen muy bien a la persona que tienen delante y saben cómo manipularla. De hecho creo que escogen a gente empatica, generosa y confiada. Enhorabuena por haber salido de ahí.
Ah! ,y el contacto cero es muy importante, no dejes que te convenza.